domingo, 22 de julio de 2007

Caminando se llega a Roma

Caminando, caminando se llega lejos. Caminar es accionar: la frase "dar el primer paso" para referirse al inicio de un proyecto, de un plan, de una empresa, es clara: hay que caminar. Las implicaciones simbólicas de la caminata son amplias: no en vano la historia temprana de la humanidad se contó sobre todo a partir de grandes marchas, de kilométricas aventuras a pata, de road trips cavernarios*.
Muchos treintañeros enfrentamos el desafío de la barriga: patas flacas, brazos esqueléticos y panza cervecera :(. La necesidad de armonizar nuestra pobre figura puede convertirse en un excelente pretexto para empezar a caminar, por las mañanas, en la tardecita, sobre una caminadora; el chiste es mover las patitas.
Por otro lado, la caminata es un momento ideal para un poco de intimidad con uno mismo; es una oportunidad muy buena para realizar ejercicios de introspección, de meditación, para escuchar buena música en el ipod, para relajarse...
En mi caso caminar me ayuda a evocar mis tiempos en la prepa, cuando nadie tenía un carro e íbamos a todas partes a vil pata, platicando y cotorreando ¡ah, qué tiempos aquellos!
Un lugar común y puntual es el hecho de que los tiempos modernos nos han traído la comodidad de ir a todas partes en el carro, en detrimento de nuestras salidas a caminar: antes iba uno corriendo a la tienda de la esquina a conseguir las tortillas para la comida, ahora para todo sacamos el automóvil y allá vamos, muy contentos. Y la cosa no es caminar mucho, el asunto es ser constantes, y comprometernos con nosotros mismos a invertir un poquito de nuestro tiempo diario en esta placentera actividad; no se trata de atravesar la ciudad a patín, sino de chiplear un poquito a nuestro cuerpo, de ser contantes en nuestro empeño por estar bien. Además un rato de caminata diaria te dejará con la sensación de haber cumplido con tu cuerpo, de haber alimentado tu bienestar.

*Por cierto, uno de estos road trips prehistóricos está descrito magistralmente por Jean Auel en su serie de siete largas novelas que empiezan con "El clan del oso cavernario": el libro cuatro de la saga: "Las llanuras del tránsito", es un excelente relato de una marcha cavernaria. Muy recomendable.

1 comentario:

Anónimo dijo...

fernando hasta aca pude percibir el olor de tus fetidas pezunias jajajajajjajajajjajajaja

valeria's